Hace casi 11 años me volví usuario de Apple en una oscura oficina de un oscuro empleo en el que aguanté poco tiempo. Un lugar al cual entré a trabajar más por necesidad que por ganas. Allí en un rincón junto a una silla con el respaldar roto, estaba esperándome una Macintosh Performa. Mi principal tarea consistía en diseñar horribles avisos de una entidad estatal, los cuales ya venían tediosamente redactados por algún burócrata despiadado. En ese momento mi único consuelo fue una computadora amable, dócil y sencilla de usar de la cual me enamoré. Lamentablemente nuestra relación duró poco, ya que dos meses en ese empleo bastaron para colmar mi paciencia y renuncié intempestivamente ni bien apareció la oportunidad.
Esa fue mi primera Mac. Y si bien siguieron otras más hasta llegar a la Macbook Pro en la que escribo estas lineas, esa vetusta Performa siempre tendrá un lugar en mi memoria. La muerte de Steve Jobs me recordó esa primera experiencia. Dicen que los usuarios de Apple somos fanáticos ridículos. Quizá es cierto, algunos exageran un poco. Pero es inevitable ponerse melancólico, aunque sea un poquito.
Descansa en Paz. Apagar equipo.